Este discurso, del que existen varias versiones, marca el comienzo de la proliferación de los altos grados, más allá del de maestro.
(...) He aquí ahora nuestra verdadera historia. Desde los tiempos de las guerras santas en Palestina, varios príncipes, señores y artistas se unieron, hicieron voto de restablecer los templos de los cristianos en Tierra santa, se comprometieron por medio de un juramento a emplear su ciencia y sus bienes para devolver la arquitectura a su primitiva constitución, rescataron todos los antiguos signos y las palabras misteriosas de Salomón, para distinguirse de los infieles y reconocerse mutuamente... unirse íntimamente con....
Desde entonces y después, nuestras logias llevaron el nombre de logias de San Juan en todos los países. Esta unión se hizo a imitación de los israelitas cuando construyeron el segundo templo. Mientras unos usaban la paleta y el compás, los otros los defendían con la espada y el escudo. Después de los grandes reveses de las guerras sagradas, la decadencia de las armadas cristianas, y el triunfo de Bendocdor Sultán de Egipto durante la octava y última cruzada, el hijo de Enrique III de Inglaterra, el gran príncipe Eduardo, viendo que ya no había seguridad para sus hermanos masones en Tierra santa quiso que todos lo acompañaran cuando las tropas cristianas se retiraron y esta colonia de adeptos se estableció así en Inglaterra.
Puesto que este príncipe estaba dotado de todas las cualidades del espíritu y del corazón que forman a los héroes, amó las bellas artes y sobre todo nuestra gran ciencia. Estando en el trono, se declaró gran maestro de la Orden, le otorgó varios privilegios y franquicias, y desde entonces los miembros de nuestra cofradía tomaron el nombre de francmasones. Desde esta época Gran Bretaña se convirtió en la sede de la ciencia arcana, en la conservadora de nuestros dogmas y en la depositaria de todos nuestros secretos.
Desde las islas británicas la antigua ciencia comienza a pasar a Francia. La nación más espiritual de Europa se convertirá en el centro de la Orden y derramará en nuestros estatutos las gracias, la delicadeza y el buen gusto, cualidades esenciales en una Orden cuya base es la sabiduría, la fuerza y la belleza del genio. Es en nuestras logias que en lo sucesivo los franceses verán, sin viajar, como en una pintura sintetizada, las características de todas las naciones y es aquí donde los extranjeros aprenderán por experiencia que Francia es la verdadera patria de todos los pueblos.
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