Extracto de Los Miserables. En la imagen, portada de la primera edición.
- Os creía jóvenes. ¿En qué ponéis vuestro entusiasmo? ¿Qué hacéis? ¿Qué admiráis si no admiráis al emperador? ¿Qué más necesitáis? Si no consideráis grande a éste, ¿qué grandes hombres queréis? Napoleón lo tenía todo. Era un ser completo. Su cerebro era el cubo de las facultades humanas. Hacía la historia y la escribía. De pronto, Europa se asustaba y escuchaba; los ejércitos se ponían en marcha; había gritos, trompetas, temblor de tronos; oscilaban las fronteras de los reinos en el mapa; se oía el ruido de una espada sobrehumana que salía de la vaina; se le veía elevarse sobre el horizonte con una llama en la mano, y el resplandor en los ojos, desplegando en medio del rayo sus dos alas, es decir, el gran ejército y la guardia veterana. ¡Era el arcángel de la guerra!
Todos callaban. Marius, casi sin tomar aliento, continuó con entusiasmo creciente:
-Seamos justos, amigos. ¡Qué brillante destino de un pueblo ser el imperio de semejante emperador, cuando el pueblo es Francia, y asocia su genio al genio del gran hombre! Aparecer y reinar, marchar y triunfar, tener por etapas todas las capitales, hacer reyes de los granaderos, decretar caídas de dinastías, transfigurar a Europa a paso de carga; vencer, dominar, fulminar, ser en medio de Europa un pueblo dorado a fuerza de gloria; tocar a través de la historia una marcha de titanes; conquistar el mundo dos veces, por conquista y por deslumbramiento, esto es sublime.¿Qué hay más grande?
-Ser libre -dijo Combeferre.
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