Extracto del texto publicado en el diario La Nación en 1854, en defensa de la publicación de la Biblioteca del Hombre Libre.
Las aspiraciones de la humanidad se dirigen a Dios como nube de azulado incienso. La inteligencia lanzándose al vacío; cuenta los astros y adivina los secretos encerrados en esas flores de oro sembradas en la inmensidad del firmamento. Así encadena el rayo y tiene por mensajero el relámpago. Su poder es tal, que sondea las profundidades de la metafísica y sigue al espíritu humano en su vuelo a través del tiempo y del espacio. Los siglos que fueron obedecen a su voz, y rasgando el sudario que los encubre, le revelan los misteriosos secretos de su vida. Y como si tanta maravilla no llenara el abismo de sus deseos, busca en los monumentos aplastados por el tiempo los dogmas de todas las religiones, los símbolos de todas las teogonías.
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