Parábola Sobre el Amor Fraternal, Franklin


En aquellos tiempos no había herreros en parte alguna de la tierra. Y los mercaderes de Madian pasaban con sus camellos, llevando especias, mirra, bálsamo y útiles de hierro. Y Rubén compró una hacha a los mercaderes ismaelitas; y la pagó cara, porque en casa de su padre no había ninguna.

Y Simeón dijo á su hermano Rubén: Te suplico me prestes el hacha. Pero Rubén se negó, y no quiso. Y Leví le dijo también: Hermano mío, préstame el hacha; y Rubén se negó del mismo modo. Entonces Judá se dirigió á Rubén y se la pidió de este modo: Tu me amas, y yo te he amado siempre, no me niegues que me sirva del hacha. Pero Rubén le volvió la espalda, negándosela como a los demás.

Ahora bien, sucedió que estando Rubén cortando leña a la orilla del río, el hacha le cayó en el agua y no pudo hallarla. Simeón, Leví y Judá habían enviado un mensajero con dinero al país de
los Ismaelitas, y cada uno había comprado un hacha Entonces Rubén dirigiéndose á Simeón le dijo: ¡Ay! he perdido el hacha, y mi trabajo ha quedado a medio hacer; te suplico que me prestes la tuya.
Y Simeón le respondió: Tú no quisiste prestarme la tuya; tampoco yo te prestaré la mía.

Entonces Rubén fue adonde estaba Leví y le dijo: Hermano mío, ya sabes la pérdida que he tenido y la posición en que me hallo: ten la bondad de prestarme el hacha. Y Leví le recordó su mala acción diciéndole: Tú no quisiste prestarme tu hacha cuando la necesitaba; pero yo quiero
ser mejor que tú, y te prestaré la mía.

Y Rubén se resintió de la reprensión de Leví, y lleno de confusión, se alejó de él, y no tomó el hacha; pero fue en busca de su hermano Judá. Y cuando llegó á su presencia, Judá conoció, por su turbación, que estaba descontento y avergonzado: Hermano mío, le dijo, sé lo que has perdido; ¿pero para qué afligirte? ¡Vamos! ¿No tengo yo un hacha que puede servirnos a entrambos? Te suplico la tomes y hagas uso de ella como si fuese la tuya propia.

Y Rubén se arrojó á su cuello, y le abrazó llorando, y le dijo: Tu indulgencia es grande; tu bondad en olvidar mis faltas es aun mayor; tu eres verdaderamente mi hermano, y puedes contar con que te amaré mientras viva. Y Judá le dijo: Amemos también a nuestros hermanos; ¿no somos todos
de la misma sangre?

Y José vio todas estas cosas y las contó á su padre Jacob. Y Jacob dijo: Rubén ha obrado mal, pero se ha arrepentido. Simeón tampoco ha obrado bien; y Leví no es enteramente irreprensible. Pero el corazón de Judá es el de un príncipe. Judá tiene el alma de un rey. Sus hijos se postrarán delante de él, y reinarán sobre sus hermanos.

1 comentario:

  1. Gran ejemplo de amor fraternal...algo que le hace mucha falta a nuestra actual sociedad!!!

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