La Tierra se ha Divorciado del Cielo, De Maistre


Fragmento del memorial dirigido en 1782 al duque de Brunswick con ocasión del Convento de Wilhelmsbad.

El otro propósito del segundo grado o de la segunda clase [se refiere a la Orden Interior de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa] en el sistema propuesto sería la reunión de las diferentes sectas cristianas.

Sería tiempo, Monseñor, de borrar las vergüenza de Europa y del espíritu humano. ¿De qué nos sirve poseer una religión divina, cuando hemos desgarrado el vestido sin costuras y cuando los adoradores de Cristo, divididos por la interpretación de su ley santa, se han dejado llevar por excesos que harían ruborizar a los pueblos de Asia?

El mahometismo sólo conoce dos sectas; el cristianismo tiene treinta y, como si estuviéramos destinados a deshonorarnos a turnos por los excesos opuestos, después de habernos degollado con nuestros dogmas, hemos caído en todo lo referente a la religión en una indiferencia estúpida que llamamos tolerancia.

El género humano está envilecido. La tierra se ha divorciado del cielo. Nuestros supuestos sabios, ridículamente orgullosos de algunos infantiles descubrimientos, disertan sobre el aire fijo, volatizan el diamante, enseñan a las plantas cuánto deben durar, se pasman ante una pequeña petrificación o sobre la trompa de un insecto... Pero se guardan bien de preguntarse, aunque sea una sola vez en su vida, que es lo que son y cuál es su lugar en el universo.

O curvoe ad terras animoe et coelestium inanes!

( ¡Oh almas inclinadas hacia la tierra y despreocupadas de las cosas celestes!)

Todo es importante para ellos salvo la única cosa importante. Llevados por un fanatismo mil veces más condenable que aquel contra el que no paran de gritar, golpean indistintamente sobre la verdad y sobre el error, y sólo saben atacar la superstición por medio del escepticismo.

¡Imprudentes! que se creen llamados a escardar el campo de las opiniones humanas y arrancar el trigo por miedo a que la cizaña se les escape. Han curado nuestros prejuicios, dicen... Sí, como la gangrena cura los dolores.

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