La Iglesia, Krause



Fragmento de Ideal Para la Humanidad de Karl Christian Friedrich Krause que el dedicó `Preferentemente para masones´. La obra de Krause, a través de la divulgación de Julián Sanz del Río, ejercería una gran influencia en el mundo hispanohablante, tanto en España como en Hispanoamérica. Seguimos la traducción del español de 1871.

El fundamento de toda vida y vida humana, de toda la bondad y belleza posible a los hombres es Dios, según es conocido en la religión. En la contemplación del orden del mundo se despierta el conocimiento de Dios, la aspiración del ser finito hacia Dios; y en el sentimiento de la belleza de los seres se inspira y alimenta el genio del arte.

El temor reverencial y el amor a Dios, cuando llenan el espíritu y el ánimo, engendran la fuerza de la virtud y del recto obrar. En la comunicación con Dios renace el hombre a nueva vida; el hombre religioso ama a Dios con claro conocimiento y con puro corazón; a sus ojos se aclara el misterio de los seres y el misterio de su existencia particular.

La vida del hombre religioso es la expresión de su amor a Dios y a todas las cosas en Dios, y en consecuencia vive con la tendencia constante a acercarse a la perfección divina. El hombre, afirmado en el conocimiento y amor de Dios y del mundo en Dios, no olvida por motivos temporales su amor a los hombres, a la naturaleza y a sus excelentes bellas obras. La religión es el principio y el fin de la vida humana: aquel vive realmente, que vive en Dios, y procura imitarle.

Es, pues, la religión un modo total de la vida en relación digna con Dios, una forma fundamental del espíritu finito. Pero el hombre religioso no encierra en su pecho su sentimiento divino; aspira a manifestarlo libremente entre los hombres en forma social, a reflejar este su modo de conocer y sentir en los seres sus semejantes y amigos, a extender su sentido piadoso, a fortificarlo, completarlo con el común sentido de los amigos y de los consocios.

Los hombres religiosos, donde quiera que se encuentran, simpatizan estrechamente, comunican sus sentimientos, y en esta comunicación fundan una común superior vida donde muestran la religión de su corazón en palabras y obras como una edificación social.

Entonces se hace la religión sensible en forma de culto y de arte religioso; los artistas, poetas, oradores, arquitectos reciben en esta suprema idea y vida un más alto carácter, un alimento fecundísimo, que presta a sus obras sentido profundo, unidad y riqueza inagotable.

De esta manera, y según esta ley, ha nacido en la historia religiosa, primero, el altar doméstico, de aquí luego las prácticas comunes religiosas de naciones y pueblos, y hasta de uniones de pueblos en partes mayores de la tierra, con tendencia manifiesta a fundar en el porvenir una religión e Iglesia y culto universal humano.

Esta representación exterior de la religión, aunque varía en su forma, tiene en sí mérito real, concierta con la religión del corazón, es tan fundamental y durable como la naturaleza humana en Dios. Si por Iglesia o culto externo entendemos la manifestación social de la religión interior, es la Iglesia tan necesaria a la humanidad en su plena virilidad como a la humanidad infante y joven, que se educa para ella.

La religión del amor filial y de la fraternidad en Dios, nuestro padre, según es enseñada por Jesucristo, abraza el hombre entero, renueva y completa en el amor religioso todo el hombre en todo su pensar y obrar y para todos los fines humanos; esta religión comprende bajo su idea todos los hombres, y llegará un día a reunir nuestra humanidad en sus personas interiores, como sociedad universal religiosa. La comunión cristiana continuada en el espíritu del maestro y su relación con las bellas artes serán siempre raíz viva de perfección en hombres y pueblos, en toda la humanidad.

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