Comienzo del discurso inaugural del Ateneo de Madrid, pronunciado en 1835, en calidad de su primer Presidente.
La instalación pública del Ateneo científico y literario en esta capital, compuesto de las personas mas distinguidas de ella, por ilustracion, por amor a la causa pública, por importantes servicios hechos a la patria, y por su constante anhelo de propagar las luces en bien de la humanidad, es un suceso de mucha importancia y trascendencia en las circunstancias en que nos encontramos, y que será como tal reconocido, no solo en España, sino en los países extranjeros, que están observando ya con placer, ya con disgusto, la marcha de nuestra civilización.
Adelantada está sin duda, y sus progresos son rapidísimos en los países en que los particulares, sin mas impulso que el de sus buenos deseos, y sin mas estímulo que el de su propia ilustración, se reúnen y asocian en cuerpos numerosos y respetables, para esparcir gratuitamente las luces, para fomentar la instrucción pública, y para adquirir con la mutua correspondencia nuevos vínculos sociales, que estrechan invisiblemente a todas las clases del estado, y que reúnen y rectifican las opiniones reinantes, formando de ellas una amalgama ventajosísima a la causa nacional.
Pero estas saludables reuniones, tan interesantes para la humanidad, son propias solo de los países donde rigen instituciones liberales; y donde el gobierno representativo con sus libres discusiones, con todas sus consecuencias, y siguiendo siempre la senda de la opinión pública, encuentra su mas firme apoyo en la educación moral de los gobernados, en la rápida difusión de las luces y de todos los humanos conocimientos, y en las libres asociaciones de los ciudadanos esclarecidos, que se ocupan ansiosos en promover á la sombra de benéficas leyes la ilustracion general.
Porque los gobiernos absolutos ¡harto lo sabemos, señores! cuyo elemento son las tinieblas de la ignorancia, cuyos falsos principios temen el mas escaso rayo de luz, y que en cada súbdito ven un enemigo, y en cada sociedad una conspiración, dirigen sus esfuerzos todos a apagar aun el mas débil resplandor del saber humano; y emplean su mano de hierro en romper despiadadamente hasta el mas pequeño vínculo, que pueda reunir al hombre con el hombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario