Prevé el porvenir sin despreciar el Pasado, Mateo-Sagasta


Discurso en el Congreso, como presidente del Consejo de Ministros, de Práxedes Mateo-Sagasta, defendiendo la necesidad de no abolir el juramento en la sesión del 3 de febrero de 1883. Recogido en el diario de Sesiones.

No hay nada que ponga más en ridículo a un país en asuntos tan graves como este y que afectan a intereses tan sagrados, que el estar variando de criterio a cada cambio de partido, haciendo que hoy desaparezca el juramento porque vienen unos hombres al poder, y que mañana se restablezca porque son otros los encargados de dirigir los destinos del país. Esa es una falta de formalidad que no quiero que mi país cometa.

El Gobierno ha esperado a que entrando la reflexión en unos y en otros, se llegase a una fórmula de transacción. (…) Y la ha resuelto, ¿cómo? Poniendo el Reglamento en armonía con la Constitución del Estado, y llevando al Reglamento el espíritu de tolerancia religiosa que consigna nuestra Constitución. (…)

Yo aplaudo las exterioridades que en Inglaterra y otros países se practican, sin profundizar las cuestiones y sin observar que esas exterioridades no son obstáculo allí al desenvolvimiento de ninguna de las libertades. (…) Porque sé que esas exterioridades no son obstáculo al desenvolvimiento de la libertad en Inglaterra, y porque sé más, porque sé que por conservar esas exterioridades, ese desenvolvimiento se ha realizado con gran prosperidad para aquel país, es por lo que me encanta aquella peluca blanca del Presidente, aquella saca de lana sobre la que se sienta, y aquellas ceremonias religiosas con que se inauguran siempre los debates parlamentarios en aquel país.

Como he visto que nada de esto es incompatible con la libertad y con el progreso, y como he visto que el país en donde eso se realiza es más libre y más próspero, o uno de los más libres y de los más prósperos de la tierra, por eso quiero seguir el ejemplo, no sólo en el desenvolvimiento de las libertades, sino en la base de la formalidad, de la seriedad, de la importancia que le dan estas exterioridades.

Señores, ¡qué empeño de destruirlo todo, cuando no nos embaraza para nada en nuestra marcha y en nuestro camino! ¡Qué empeño en prescindir de lo pasado, como si los pueblos no vivieran tanto como de la vida material, de la vida moral! ¡Ah señores! ¡qué empeño! (…)

Bueno es que leamos los libros de los pensadores que, privilegiados por su inteligencia, prevén quizá el porvenir y lo determinan; pero no debemos despreciar los libros del pasado, los libros que otros escribieron, porque de esa manera podemos sentar con más seguridad el pie en el camino que los que prevén el porvenir nos anuncian, estableciendo y partiendo de la base de los que ya pasaron, y que no por haber pasado merecen menos respeto que los que están por venir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario