La Religión de la Inocencia, Castelar


Extracto de La Civilización en los Cinco Primeros Siglos de Cristianismo, lecciones pronunciadas en el Ateneo de Madrid por Emilio Castelar 



El paganismo clásico había sido en su origen la religión sencilla de las fuerzas de la naturaleza y de las fuerzas del trabajo. 

La religión del navegante que sintiendo la ola doblarse bajo la quilla, y el viento temblar en las lonas, y las espumas y las estelas seguirle, y el horizonte perderse en lo infinito, adoraba los astros que le señalaban su camino, la frente de la luna, que cuando clara le prometía bonanza, y cuando enrojecida tempestades; el disco del sol levantándose por Oriente.

La religión del pastor, que al despertarse la mañana lleva su ganado a que paste la hierba cargada de rocío, y al primer chirrido de la cigarra en el verano a que beba en el remanso del arroyo, y al mediodía a que sestee bajo las encinas consagradas a Zeus, y a que paste de nuevo dirigiéndose al aprisco, cuando viene la noche, y se oyen al aparecer la estrella de la tarde, el primer grito del ave nocturna que sale de su madriguera, y el postrer gorgeo del ruiseñor sobre su nido.

La religión del labrador que bajo el amparo de sus dioses abre con la reja la tierra, y llena de verdor los campos, y enlaza el sarmiento de la vid con los tupidos olmos, y une los bueyes al arado, y guía el arroyo que murmura a fecundar su trabajo, y siembra en el invierno, y siega en el estío, y vendimia en el otoño, y en las largas noches de nieve, cuando el viento y la lluvia azotan su cabaña, corta la resinosa tea, mientras su compañera, su amada, cantando tristemente, como para acompañar el gemido de la naturaleza, ya toma la rueca, ya de rodillas sobre las piedras del hogar cuece el oloroso mosto y lo espuma con una ramilla de lentisco para que repare las fuerzas necesarias al trabajo.

Actos de la vida que todos se hallan consagrados a un dios propicio, porque en esta primera época del paganismo, época de la inocencia, los dioses son trabajadores como los hombres, y andan con ellos por majadas y oteros, por valles y montañas, sosteniéndolos con sus auxilios, fortaleciéndolos con su ejemplo, y consolándolos con su dulce y encantadora poesía.

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