Somos la Morada del Ungido, Tillotson


Fragmento del sermón de John Tillotson, deán de la catedral de San Pablo y arzobispo de Canterbury. Está recogido en una recopilación impresa a título póstumo en 1737, Select Orations on various subjects.

La palabra masón, que es una de las últimas palabras exotéricas (el nombre trascendente, el nombre sagrado, es menos conocido y no puede ser verdaderamente pronunciado más que por los iluminados) viene del francés maison, que significa casa. 

Somos la morada del ungido, dice el apóstol en Heb. 3, 6. 

El Señor construyó Jerusalén, dice David en el salmo 147, 2. 

Ha trazado un camino hacia ella. El ungido es el camino en Jn. 14, 6. 

Abre la puerta que introduce; el ungido es la puerta en Mt. 7, 13

Y nos regala en su morada con su cuerpo y su sangre los frutos de la rectitud. No os enorgullezcáis, dice el ungido, de tener a Abraham por Padre, pues Dios es capaz de hacer brotar hijos de Abraham de estas piedras. El ungido es llamado por el apóstol el peñasco espiritual, y la conversión de nuestros corazones de piedra en corazones de carne es el efecto de su redención, que nos aporta para nuestro arrepentimiento. 

Dice en Jn. 14, 2: En la casa de mi Padre hay muchas moradas. 

Morada viene de maneo, morar, que sugiere un objetivo a alcanzar cuando se es miembro de la logia celestial. Muchas iglesias y condiciones particulares son etapas en el camino que conduce a la casa que ningún terremoto puede destruir y que ninguna tempestad puede sumergir. Lo que era de su Padre también era suyo. Todo lo que posee el Padre me pertenece, dice el ungido; y es como si nuestros bienes también fueran suyos. En la esperanza de ello, los elegidos, aquellos que son aceptados, siempre se han lamentado: ¡Desgracia a mí, por residir en Mechek y habitar entre las tiendas de Kedar!


Una temible representación de la logia celestial (Gen. 28, 16) arrancó a Jacob esta exclamación: Esto no es sino una casa de Dios, y es la puerta del cielo. 

¡Álzate! dijo Dios, he puesto ante ti una puerta abierta que nadie puede cerrar (Ap. 3, 8). 

La Iglesia es la Casa de Dios, y está en todas partes. Job la encontró en la tierra, Ezequías en su lecho de muerte, Jeremías en su celda, Jonás en el mar, Daniel en la fosa, los tres niños en la hoguera ardiente, Pedro y Pablo en la prisión, el ladrón en la cruz. El cuerpo, llamado templo del Espíritu Santo, debe ser reconstruido en la resurrección en vistas a la adoración durante el reposo eterno. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario