La Puerta del Paraíso, Franklin



Un oficial, hombre de bien, llamado Montresor estaba enfermo. Creyendo su cura que aquello era la última enfermedad, le aconsejó se reconciliase con el cielo, para poder entrar en el paraíso. Eso no me desazona mucho, le dijo Montresor, pues la noche pasada he tenido una visión que me ha tranquilizado completamente.

¿Y qué visión ha tenido usted? le preguntó el buen sacerdote.

Me hallaba, le respondió el enfermo, a la puerta del paraíso con una muchedumbre de gentes que querían entrar en él: san Pedro preguntaba a cada uno de qué religión era. El uno respondió: Yo soy católicovromano; ¡muy bien! dijo san Pedro, entrad y colocaos allí entre los católicos. Otro dijo que era de la iglesia anglicana; ¡enhorabuena! le contestó el santo; entrad y poneos allá con los anglicanos. Otro dijo que era cuáquero: entrad, dijo san Pedro, y situaos entre los cuáqueros. En fin, llegó mi vez y me preguntó, como a los otros, de qué religión era. ¡Ay de mí! le respondí; desgraciadamente el pobre Jaime Montresor no tiene ninguna. Lástima es, dijo el buen santo, porque en verdad no sé dónde os he de meter; pero entrad, entrad, y colocaos donde pudiereis.

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