Fragmento del memorial dirigido en 1782 al duque de Brunswick con ocasión del Convento de Wilhelmsbad.
¿Debemos dejar subsistir alguna cosa de la Orden de los Templarios? Aunque no ignoramos que, sobre esta cuestión, varios hermanos se han pronunciado afirmativamente, parece, sin embargo, si ello no les incomoda en gran manera, que multitud de consideraciones deben llevarnos a la opinión contraria. [...]
La idea de un monje soldado no podía nacer más que de una cabeza del siglo XII. Pero que en el siglo XVIII exista una sociedad que tenga como objetivo principal celebrar las desgracias de una de esas fraternidades guerreras, y que se honre pertenecer a ella por una filiación más que sospechosa, es lo que puede parecer un poco singular.
Hablemos solamente de la Orden de los Templarios, ¿por qué razón merecen la consideración del género humano? Protegían, se dice, a los cristianos que su piedad conducía al Santo Sepulcro. Pues bien, todos esos cristianos hubieran hecho mejor rogando a Dios en sus parroquias. Es a ellos a quien se debería decir:
Est-ne Dei sedes nisi Terra et Pontus et Aer? Et coelum et Virtus? Numen quid quoeritis ultra?
(¿Acaso Dios tiene otra sede que la Tierra, el Mar, el Aire, el Cielo y la Virtud? ¿Por qué buscáis en otra parte la divinidad?) [...].
Todo nos invita a romper completamente con la Orden de los Templarios. Todos los cambios proyectados nos muestran esa necesidad. Nos preguntamos si no es un escarnio renunciar a los bienes, a la regla, al nombre e incluso al hábito de la Orden, y sin embargo obstinarse en querer ser un Templario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario