Extracto de Libro del Aprendiz, escrito por Oswald Wirth en 1894.
La transmutación del plomo en oro, vino a ser el tema de disertaciones muy sabias, en que la metafísica religiosa tenía más cabida que la metalúrgica o la química. La Gran Obra aspiraba a realizar el bienestar de la humanidad o del género humano, gracias a una reforma progresiva de las costumbres y de las creencias. La lectura atenta de los tratados alquimistas, posteriores al Renacimiento, no dejan subsistir ninguna duda a este respecto, porque el estilo de los discípulos de Hermes se hizo menos enigmático, cuando disminuyó para ellos el peligro de explicarse libremente.
La antigua arquitectura sagrada, era entonces esencialmente simbólica. Desde el plano de conjunto de un edificio, hasta los menores detalles de la ornamentación, todo debía estar ordenado según ciertos números místicos y las reglas de una geometría especial, conocidos solamente por los iniciados.
Las figuras geométricas daban lugar, en efecto, a interpretaciones sobre las cuales se basaba una doctrina secreta, que pretendía alcanzar la clave de todos los misterios. Es así que, los constructores de catedrales han probado por sus obras, que estaban instruidos en estas tradiciones filosóficas, de las que los alquimistas eran a la vez detentores.
La antigua arquitectura sagrada, era entonces esencialmente simbólica. Desde el plano de conjunto de un edificio, hasta los menores detalles de la ornamentación, todo debía estar ordenado según ciertos números místicos y las reglas de una geometría especial, conocidos solamente por los iniciados.
Las figuras geométricas daban lugar, en efecto, a interpretaciones sobre las cuales se basaba una doctrina secreta, que pretendía alcanzar la clave de todos los misterios. Es así que, los constructores de catedrales han probado por sus obras, que estaban instruidos en estas tradiciones filosóficas, de las que los alquimistas eran a la vez detentores.
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