Fragmentos de El Valle del Terror.
- Hay un pequeño consejo que le daré antes de que nos separemos: Si está en aprietos en Vermissa, vaya directamente a la Union House a ver al jefe McGinty. Él es el jefe del cuerpo en la Vermissa Lodge, y nada puede ocurrir en estos lares sin que Black Jack McGinty lo desee. ¡Adiós, amigo! Quizás nos encontremos en la logia una de estas tardes. (...)
Teniendo una buena visión de este hombre, McMurdo abrió su camino a codazos con su usual audacia negligente, y entró a un pequeño grupo de cortesanos que adulaban al poderoso líder, riéndose escandalosamente con la más pequeña de sus bromas. Los osados ojos grises del joven desconocido miraban sin miedo a través de sus lentes a los peligrosos ojos negros que se voltearon ásperamente sobre él.
- Bien, joven hombre, no puedo recordar su cara en mi memoria.
- Soy nuevo aquí, Mr. McGinty.
- Nunca se es tan nuevo como para no darle su apropiado título a un caballero.
- Él es el Concejal McGinty, joven – pronunció una voz del grupo.
- Discúlpeme, Concejal. Desconozco las costumbres de este lugar. Pero fui aconsejado para verlo.
- Bien, me está viendo. Esto es todo lo que queda. ¿Qué piensa de mí?
- Bueno, todavía es demasiado temprano para eso. Pero si su corazón es tan grande como su cuerpo, y su alma tan correcta como su rostro, entonces no pediría nada mejor – dijo McMurdo.
- ¡Por Dios! Tiene una lengua irlandesa en su cabeza de cualquier manera – aclamó el tabernero, no muy seguro si para bromear al audaz visitante o para sobrepasar su dignidad.
- ¿Así que es usted suficientemente bueno para aprobar mi semblante?
- Seguro.
- ¿Y le fue dicho que me viera?
- En efecto.
- ¿Y quién se lo dijo?
- El Hermano Scanlan de Logia 341, Vermissa. Bebo a su salud, Concejal, y por nuestra mejor amistad – elevó un vaso que se había servido en sus labios y elevó su dedo meñique mientras tomaba.
McGinty que lo estaba observando de cerca, frunció sus pobladas cejas negras.
- Oh, ¿con que así es, no? – opinó -. Deberé ver más atentamente esto, Mr…
- McMurdo.
- Más atentamente, Mr. McMurdo; porque no confiamos en los muchachos en estas partes; ni creemos todo lo que nos dicen tampoco. Venga aquí un momento, detrás de la barrera.
Había un pequeño salón ahí, alineado con barriles. McGinty cuidadosamente cerró la puerta, y luego se sentó en uno de ellos, mordiendo pensativamente su cigarro y examinando a su compañía con aquellos ojos inquietos. Por un par de minutos se mantuvo en completo silencio. McMurdo sobrellevó la inspección animosamente, con una mano en su bolsillo del abrigo, y la otra torciendo su pardo bigote. Sorpresivamente McGinty se encorvó y sacó un revólver que parecía ser uno malvado.
- Mire, aquí bromista – exclamó -, si pensara que está jugando con nosotros sería un tiempo muy breve el que le siga.
- Es una insólita bienvenida – McMurdo replicó con algo de dignidad – para el jefe del cuerpo de una logia de Hombres Libres para dar a un hermano extraño.
- ¡Sí, pero es eso mismo lo que tiene que probar – prorrumpió McGinty – y que Dios le ayude si falla! ¿Dónde fue hecho?
- Logia 29, Chicago.
- ¿Cuándo?
- El 24 de junio de 1872.
- ¿Cuál jefe del cuerpo?
- James H. Scott.
- ¿Quién era su gobernador distrital?
- Bartholomew Wilson
- ¡Hum! Parece suficientemente suelto en sus respuestas. ¿Qué está haciendo aquí?
- Trabajando, lo mismo que usted, pero un oficio más pobre.
- Tuvo su respuesta bien rápida.
- Sí, siempre fui rápido al hablar.
- ¿Es rápido de acción?
- He tenido ese nombre entre quienes me conocían mejor.
- Bien, lo probaremos más pronto de lo que se imagine. ¿Ha oído algo de la logia por estos lares?
- He oído que se necesita ser un hombre para ser un hermano.
- Verdaderamente para usted, McMurdo. ¿Por qué abandonó Chicago?
- ¡Estaré condenado si le digo eso!
McGinty abrió sus ojos. No estaba acostumbrado a ser respondido de esa forma, y le divirtió.
- ¿Por qué no me lo va a decir?
- Porque ningún hermano debe decirle a otro una mentira.
- ¿Entonces la verdad es demasiado mala para decirla?
- Lo puede poner de esa forma si gusta.
- Vea, señor, no puede esperar que yo, como jefe del cuerpo, vaya a pasar a la logia a alguien quien no puede responder por su pasado.
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