¡Ahora, sin embargo, sé que está usted realmente enfermo! Sin duda no necesito decirle con cuánta ansiedad espero noticias tranquilizadoras (…) aunque me he acostumbrado a imaginarme lo peor, ya que la muerte, mirándola bien, es el verdadero Objetivo Final de nuestra vida, y por eso desde hace unos años me he familiarizado tanto con esa amiga buena y verdadera del hombre (...)
Y doy gracias a Dios que me ha concedido la felicidad de tener ocasión -usted ya me comprende - de conocerla como la llave de nuestra verdadera felicidad. Nunca me acuesto sin pensar que quizá, por joven que yo sea, no veré el día siguiente, y nadie de todos los que me conocen podrá decir que fui un malhumorado o triste en mi trato.
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