Plenitud del Cristo interior, Priscilano


Extracto de La Masonería Española en Presidio.

Estamos en el Solsticio de verano, el día más largo del año, que dura catorce horas, por siete que dura la noche. En este día empezaba el ciclo de cuatro años de cada Olimpiada. Era, y sigue siendo, fiesta de alegría, de luz, de plenitud. Realmente es el verdadero día de la Ascensión, porque el Sol ha llegado a su máxima altura. En la antigüedad este día era el de apoteosis del poder de Osiris egipcio, del Samas caldeo, del Mitra persa, del Apolo griego, del Helios helenístico, del Suria indostático, de la Amaterusa nipona...

Hércules, divinidad solar antiquísima, llamada Herakles o Gilgamesh anteriormente, culmina sus clásicos doce trabajos en junio en el signo de géminis, o de los hermanos, como uniendo el sentido de fraternidad al de la máxima luz, porque, efectivamente, la máxima luz espiritual del ser humano se manifiesta en amor, en caridad, que es verdadera iluminación interna, que es plenitud del Cristo interior, como dijo San Pablo, o, en una palabra, el verdadero solsticio de nuestra alma, representando por esa divinidad solar que es el Cristo vivo, actuando como manantial inextinguible de fraternidad y redención.

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