Reflexión sobre la Pena de Muerte, Franklin


Extracto de una carta escrita al señor B. Vaughan en marzo de 1785.

Si realmente creemos, como hacemos profesión de creerlo, que la ley de Moisés es la ley de Dios, dictada por una sabiduría divina, infinitamente superior a la humana, ¿en qué principios nos fundamos para imponer la pena de muerte por un delito que, según dicha ley, no debe ser castigado sino por una restitución cuádrupla? ¿No es un asesinato condenar a muerte un hombre por una ofensa que no la merece? [...]

¿ Debe acaso castigarse un delito contra la sociedad por medio de un crimen contra la naturaleza? La propiedad de lo superfluo es una creación de la sociedad. Leyes simples y suaves bastarían para garantizar la propiedad de lo estricto necesario. El salvaje, sin leyes y por solo el temor de la venganza y de las represalias, goza en paz de su arco, de su hacha y de su vestido de pieles. Cuando en virtud de las primeras leyes una parte de la sociedad acumuló riquezas y un gran poder, esta desigualdad exigió otras más severas, y la propiedad fue protegida a expensas de la humanidad. Esto fue un abuso del poder y un principio de tiranía.

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