Extracto del Libro autobiográfico Jesuitas y Masones, publicado en Buenos Aires en 1963 y dedicado Ad Majorem Dei Gloriam, A la Gloria del Gran Arquitecto Del Universo, que relata las experiencias en ambas Ordenes del Dr Töhötöm Nagy.
La masonería no posee ningún centro mundial, ni ningún comando invisible y único, que diera órdenes para millones de masones, quienes obedeciendo a ciegas, condujeran al mundo al desastre. Las Grandes Logias de los distintos países se reconocen mutuamente y mantienen una especie de relaciones diplomáticas entre sí. Permanecen, al mismo tiempo, independientes una de la otra. [...]
Más de una vez eché una mirada sobre el grupo de la Dirección Suprema de la Gran Logia con la mirada escudriñadora de un jesuita y con la más sincera intención del conocedor, preguntándome, ¿cuál de estos señores correctos y honestos, no queriendo ofender, burgueses será el que toma las órdenes que sirven intereses internacionales, y las ejecuta? ¿Y con quiénes las ejecuta? Si pudiera sospechar siquiera de uno sólo, los enumero uno por uno de nuevo, los conozco tan bien que ni remotamente podría ofenderlos suponiendo semejante cosa.
Considero como una misión que mi vida sirva de garantía a que ni yo soy un engañado, ni éstos hermanos aquí pueden ser siervos de secretas voluntades del exterior. Hay leyes de psicología en la vida y estas las conozco y sé que aquél médico honesto, o ese profesor universitario o bien ese carpintero quienes llegaron a la cumbre de la pirámide masónica, excelentes padres de familia, como los demás soldados de las logias, no pueden tener parte en disturbios como todos los elementos dudosos contra la seguridad de la patria, o bien en cualquier atentado contra el bienestar civil de la gente.
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