La Orden de Cincinato y la Nobleza Hereditaria, Franklin


Extracto de una carta escrita a su hija en enero de 1784.

Querida hija:

Tu atención de mandarme las gacetas produce en mí el mayor placer. He recibido por el capitán Barney las que hablan de la orden de Cincinato. Mi parecer sobre esta institución no puede ser de grande importancia; lo que únicamente me sorprende es que cuando la sabiduría reunida de nuestra nación ha manifestado en los artículos de la confederación su oposición contra el establecimiento de una nobleza, se hallen personas que con la autorización del congreso, o la de uno de los Estados, piensen en distinguirse, ellas y su posteridad, del resto de sus conciudadanos. [...]

En la China, nación la más sabia de todas por su larga experiencia, el honor no baja sino que sube. Si un hombre en recompensa de su valor es elevado por el emperador al rango de mandarín, sus padres tienen derecho, por esto solo, a todos los honores y consideraciones de respeto debidas al mismo mandarín, porque se supone que a la buena educación, a la instrucción y a los buenos ejemplos que ha recibido de ellos, debe la dichosa oportunidad de poder servirá su país. [...]

Pero el honor descendente, transmitido a una posteridad que nada ha hecho para merecerlo, es no tan sólo injusto y absurdo, sino muchas veces nocivo a la misma posteridad, porque le inspira el orgullo y desdén de las artes útiles, y las encamina a la pobreza, a la miseria, a la esclavitud y a la degradación, que son su consecuencia.

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