De los Cambios de Posición, Franklin


Extracto de una carta escrita de Passy al doctor Priestley, el 8 de febrero de 1780, incluida en El Libro del Hombre de Bien.

Todas las posiciones de la vida tienen sus inconvenientes: sentimos los inherentes a la nuestra, pero no sentimos ni vemos los de una situación diferente. ¿Qué resulta de ahí? Que nos atormentamos por medio de cambios continuos, sin ganar nada en ello, y muchas veces perdiendo.

Cierto día, siendo yo todavía joven, me hallaba de pasajero a bordo de un pequeño sloop o chalupa que bajaba por el Delaware. Como no hacía viento, después de la marea tuvimos que echar anclas y esperar la marea siguiente. El calor del sol en el buque era excesivo; yo no conocía a los pasajeros, y tampoco me halagaba mucho su compañía. Cerca de la ribera se me figuró ver una hermosa y verde pradería, en medio de la cual descollaba un gran árbol que daba mucha sombra. Discurrí que podría ir a sentarme en aquella sombra y pasar allí agradablemente algunos ratos hasta el retorno de la marea. Logré pues del capitán que me hiciese llevar a tierra. Desembarcado ya, vi que mí pradería no era en su mayor parte más que un pantano; al atravesarla para llegar á mi árbol, me cubrí de barro hasta las rodillas; y aun no hacía cinco minutos que me había sentado debajo, cuando mil insectos incómodos me asaltaron por todas partes, lastimándome las piernas, las manos y la cara, en términos que me fue imposible seguir leyendo ni estarme sentado.

Volvime pues a la orilla, y llamé para que me volviesen á bordo del sloop, donde tuve que sufrir el mismo calor que había querido evitar, y además las risas burlonas de mis compañeros de viaje. Posteriormente he tenido ocasión de observar casos análogos en los negocios de la vida.

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