Extracto del artículo La Palabra Perdida y Nombres Sustututivos.
La iniciación masónica, que se refiere esencialmente a los pequeños misterios, como todas las iniciaciones de oficio, concluye por eso mismo en el grado de Maestro, ya que la realización completa de este grado implica la restauración del estado primordial.
Esto conduce naturalmente a preguntarse cuáles podrían ser, en la Masonería, el sentido y la función de los altos grados, en los que algunos, y precisamente por esta razón, han querido ver solamente algo superfluo, más o menos inútil y vano. En realidad, debemos en primer lugar distinguir aquí dos casos: por un lado, el de los grados que tienen un vínculo directo con la Masonería, y por otro el caso de los grados que pueden considerarse vestigios o recuerdos de antiguas organizaciones iniciáticas occidentales que se injertaron en la Masonería, o que llegaron a cristalizarse de alguna manera alrededor de la misma. (...)
Hablando en general, estos grados pueden ser considerados como constituyendo propiamente determinadas extensiones o desarrollos del grado de Maestro; es indiscutible en principio que éste es de por sí suficiente, pero de hecho la excesiva dificultad para discernir todo lo que contiene implícitamente justifica la existencia de estos desarrollos posteriores (...)
Si el grado de Maestro fuera más explícito, y si todos los que a él acceden estuvieran verdaderamente cualificados, sería en el interior de este grado donde estos desarrollos deberían tener su lugar, sin que hubiera necesidad de hacerlos objeto de otros grados nominalmente distintos del mismo.
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