Extracto de El Libro del Hombre de Bien.
Con este designio ensayé el método siguiente: En las varias enumeraciones de virtudes morales que había encontrado en mis lecturas, la lista era más ó menos extensa, según el mayor ó menor número de ideas que cada escritor comprendía bajo un mismo título; por ejemplo, los unos aplicaban solamente la palabra templanza á la bebida y comida, mientras otros la extendían á la moderación de toda suerte de placeres, apetitos, inclinaciones y pasiones del cuerpo y del alma, y aun hasta á la avaricia y á la ambición. Por amor á la claridad, tomé el partido de emplear más nombres con menos ideas, más bien que expresar más ideas con menos nombres, reuniendo bajo trece denominaciones de virtudes todo lo que entonces se me ocurrió como necesario ú apetecible; y á cada una de ellas añadí un corto precepto para expresar la extensión que yo daba á su significación.
He aquí los nombres de las virtudes con sus preceptos.
1.° Templanza. No comáis hasta entorpeceros, ni bebáis hasta perder el sentido.
2.° Silencio. No habléis sino de lo que puede ser útil á los otros ó á vosotros mismos. Evitad las conversaciones ociosas.
3.° Orden. Que en vuestra casa cada cosa tenga su lugar, cada negocio su tiempo.
4.° Resolución. Resolveos a hacer lo que debéis, y no dejéis de hacer lo que hubiereis resuelto.
5.° Economía. Los gastos que hagáis sean únicamente para el bien ajeno ó para el vuestro: es decir, no disipéis nada.
6.º Trabajo. No perdáis el tiempo. Ocupaos siempre en alguna cosa útil. Absteneos de toda acción que no sea necesaria.
7.° Sinceridad. No uséis de inicuos artificios; pensad con sencillez y justicia, y hablad como pensáis.
8.° Justicia. No hagáis mal á nadie, ya sea perjudicándole, ó ya omitiendo el hacerle el bien á que os obliga vuestro deber.
9.° Moderación. Evitad la cólera. Guardaos de resentiros de las injurias tan vivamente como os parecen merecerlo.
10.° Limpieza. Sed limpios en vuestros cuerpos, en vuestros vestidos y en vuestra habitación.
11.° Tranquilidad. No os incomodéis por pequeñeces, ni por ocurrencias ordinarias ó inevitables.
12.° Castidad. Usad con comedimiento de los placeres del amor, y solamente para conservar la salud ó tener hijos, sin llegar jamás al extremo de caer en la estupidez ó en la debilidad, ni comprometer vuestra conciencia, paz y reputación ó las de vuestro prójimo.
13.° Humildad. Imitad á Jesús y á Sócrates.
Siendo mi intento adquirir el hábito de todas estas virtudes, juzgué sería bueno no ocupar mi atención en todas á la vez, sino fijarla durante algún tiempo sobre una sola, de la cual me haría dueño antes de pasar á otra, y obrar así por partes hasta haberlas recorrido todas trece. Como la previa adquisición de varias de ellas podía facilitar la de algunas otras, las dispuse con este objeto por el orden que dejo trascrito.
Desde luego coloqué la templanza la primera de todas, porque se dirige á mantener la cabeza serena y las ideas despejadas, cosa tan necesaria cuando es menester vigilar, estar siempre alerta para combatir el atractivo de las antiguas costumbres y la fuerza de las tentaciones que se suceden sin interrupción.
Una vez habida y consolidada esta virtud, el silencio no es ya tan difícil, y como mi deseo era adquirir conocimientos al paso que adelantase en la práctica de la virtud, considerando que en la conversación uno se instruye más con el auxilio del oído que con el de la lengua, deseaba desprenderme de la costumbre que había contraído de charlar, de decir agudezas y burlas, lo que hacía mi conversación agradable tan sólo á las gentes superficiales; así que puse en segundo lugar el silencio.
El orden, que viene en seguida, esperé me dejaría más tiempo para continuar mi plan y mi estudio. La resolución, hecha habitual en mí, me daría la perseverancia necesaria para adquirir las demás virtudes. La economía y el trabajo descargándome de las deudas que aun me aquejaban, y proporcionándome comodidad é independencia, me harían más fácil la práctica de la sinceridad, de la justicia…
Persuadido entonces de que, según el consejo de Pitágoras en sus Versos dorados, tendría necesidad de hacer un examen diario, discurrí el siguiente método para ponerlo en ejecución. Hice un librito de trece páginas, encabezando cada una de ellas con el nombre de una virtud: reglé en seguida cada página con tinta encarnada, de modo que pudiese formar siete columnas, una para cada día de la semana, poniendo sobre cada una de ellas las primeras letras del nombre de uno de sus dias. Tiré después trece rayas transversales, al principio de las cuales escribí las primeras letras del nombre de una de las trece virtudes. Sobre esta línea, y en la columna del día, hacía una pequeñita señal con tinta para notar las faltas que, en virtud de mi examen, reconocía haber cometido contra tal ó cual virtud.
Resolví dedicar sucesivamente con la mayor atención una semana a cada una de estas virtudes. Así pues, mi mayor anhelo, durante la primera semana, fue evitar la más leve falta contra la templanza, dejando á las demás virtudes correr su suerte ordinaria, pero marcando cada noche las faltas del día. Si en la primera semana podía conservar mi primera línea sin ninguna señal, me creía suficientemente fortalecido en la práctica de mi primera virtud, y harto desprendido de la influencia del defecto opuesto para arriesgarme á extender mi atención á la segunda, y procurar conservar dos líneas exentas de toda marca. Procediendo de este modo hasta la última, podía hacer en trece semanas un curso completo, y volver á principiarlo cuatro veces por año.
Así como el jardinero que quiere limpiar un jardín no arranca á un tiempo todas las malas hierbas, porque sería una faena superior á sus medios y á sus fuerzas, sino que desde luego empieza por una parte, y no pasa á otra hasta haber concluido el trabajo de la primera; así también esperaba yo disfrutar el placer de ver en mis páginas los progresos que habría hecho en la virtud, por la diminución sucesiva del número de señales, hasta que al fin, después de haber vuelto á comenzar muchas veces, tuviese la dicha de hallar mi librito enteramente blanco, después de un examen diario durante trece semanas.
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