Extracto de la cuarta conversación de Ernst y Falk, Diálogos para Francmasones, de Gotthold Ephraim Lessing.
- Me has inducido a dar un paso ridículo. (...) El hombre de Dios habla a su pueblo de una tierra de promisión, donde vierten miel y leche. ¿Y ese pueblo no ha de ansiar conocerla? ¿Y no ha de murmurar el hombre de Dios, si en vez de conducirlo a esa tierra prometida los lleva a áridos desiertos?
- ¡Vaya, vaya! Sin embargo no puede ser tan grande el daño, desde que veo que ya has trabajado en los sepulcros de nuestros antepasados.
- Pero que no se hallaban circundados de llamas sino de humo.
- Pues aguarda entonces que el humo se disipe y luego la llama te iluminará y te dará calor.
- El humo me asfixiará antes que la llama me alumbre, y ya veo que se calentarán en ella primero otros que pueden soportar el humo mejor que yo. (...) ¿qué motivo pudo moverte a conducirme a tan resbaladiza pendiente? ¿Y a venderme ficciones por realidades, cuya falsedad tú muy bien conocías? (...)
- No se podía hacer contigo ninguna excepción; pues todos tienen que seguir al mismo camino.
- Ni tampoco me pesaría haber seguido esa ruta, como el resto del camino me prometiera algo siquiera. Pero consolación tras consolación y nada más que consolaciones.
- ¡Pues se te consuela! ¿Y con qué se te consuelan?
- Tú debes saberlo, con la masonería escocesa, con el caballero escocés.
- Pues si, muy bien, ¿pero con qué ha de consolarse entonces el caballero escocés?
- ¡Quién eso supiera!
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