La Catedral no Puede Dañar a los Albañiles, Saint-Exupery



En noviembre de 1942, cuando Francia estaba dividida entre partidarios de De Gaulle y Petain, el New Yok Times publicó la Carta Abierta a los Franceses de todo el Mundo de Antoine de Saint-Exupery apelando a la unidad. En un momento del texto, compara la tarea pendiente con la construcción de una catedral.


Todos estamos de acuerdo en nuestra fe. Todos queremos salvar a Francia. Francia tiene que ser salvada, tanto en carne como en el espíritu. ¿De qué sirve la herencia espiritual si no hay heredero? ¿De qué sirve el heredero, si el espíritu está muerto? (...)

Hombres de Francia, ¿estáis dispuestos a reconciliaros? Ya no queda ni la sombra de un motivo para discutir entre nosotros. Abandonemos todo espíritu de partido. ¿Por qué nos odiamos unos a otros? ¿Por qué debemos estar celosos unos de otros? No está en cuestión ganar una posición. No está en cuestión ninguna carrera por los despachos. Las únicas plazas libres son las plazas de los soldados - tal vez, algunas camas tranquilas en algún pequeño cementerio en el norte de África (...).

Algunos de nosotros se preocupan acerca del nombre de un líder frente a otro, de una forma de gobierno contra otra. Ven el fantasma de la injusticia levantarse en el horizonte. ¿Por qué complicar las cosas así? No hay que temer la injusticia. Ninguno de nuestros intereses personales va a sufrir en el futuro. Cuando un albañil se dedica a la construcción de una catedral, la catedral no puede dañar a los albañiles. (...)

Durante la guerra, en 1940, cuando regresaba de una misión con mi avión lleno de agujeros de bala, solía beber un Pernod excelente en la barra de escuadrón. A menudo me gané mi Pernod lanzando los dados, a veces de un camarada monárquico, tal vez de alguien que era socialista, o tal vez de teniente israelí, el más valiente de nuestro equipo, que era un Judio. Y todos brindábamos con la mayor amistad.

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