Fragmento de Reivindicación de la Libertad de Pensamiento a los Príncipes de Europa que Hasta Ahora la Oprimieron.
El hombre no puede ser heredado ni vendido, ni regalado; no puede ser propiedad de nadie porque es y debe seguir siendo propiedad de sí mismo. Lleva en lo más profundo de su corazón una chispa divina que lo eleva por encima de la animalidad y lo hace ciudadano de un mundo en el que Dios es su primer miembro: la conciencia. Esta le ordena absoluta e incondicionalmente querer esto y no aquello, y todo libremente y de motu proprio sin ninguna coacción externa. Así como debe obedecer a esa voz interior que le ordena absolutamente, tampoco debe ser constreñido por nada externo y debera liberarse de todo influjo que le sea extraño. Por eso, nadie que no sea él puede gobernarle, él mismo debe hacerlo siguiendo la ley que tiene en sí, es libre y debe permanecer libre.

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