El Hombre que Pudo Reinar es un pequeño cuento popularizado por la película de John Huston. Kipling narra las aventuras de dos buscavidas, soldados y masones, que cruzan las montañas al norte de la India para explorar tierras ignotas. Allí descubren que la Orden lleva presente desde tiempos de Alejandro. Es un cuento moral: la ventaja material que pretenden lograr de este hecho, saltándose además los landmarks de la Orden, provocará su muerte y destrucción.
Peachey -dijo Dravot-, no nos hace falta seguir luchando. ¡El truco es la Orden, así que ayúdame! Y empuja hacia adelante a ese mismo jefe que yo dejé en Bashkai. (...) "Dale la mano", dice Dravot, y yo le di la mano y casi me fui al suelo, porque me dio el Apretón. No dije nada, pero usé el Apretón del Hermano en la Orden. Contesta perfectamente, y le di el Apretón de Maestre, pero no respondió.
"¡Es un Hermano en la Orden! -le digo a Dan-. ¿Sabe la palabra?" "La sabe -dice Dan-, y todos los sacerdotes la conocen. ¡Es un milagro! Los jefes y los sacerdotes forman una Logia de Hermanos muy parecida a la nuestra, y han hecho las marcas en las rocas, pero no conocen el Tercer Grado, y han venido a aprenderlo. Tan verdad como la palabra de Dios. Durante todos estos largos años sabía que los afganos conocían el Grado de Hermanos en la Orden, pero esto es un milagro. Un Dios soy y un Gran Maestre en la Orden, y voy a formar una Logia de Tercer Grado, y ascenderemos a los sacerdotes y los jefes de los poblados."
-Va contra todas las leyes -digo-, formar una Logia sin autorización de nadie; y tú sabes que nunca hemos oficiado en ninguna Logia.
(...) En el consejo que se celebró esa noche en la ladera de la colina, con grandes hogueras, Dravot anuncia que él y yo éramos dioses e hijos de Alejandro, y Grandes Maestres del Pasado en la Hermandad, y que había venido a hacer de Kafiristán un país donde todo hombre pudiera comer en paz, beber tranquilo y, especialmente, obedecernos.

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