Caída de Martí en Dos Ríos.
Quien murió allá en Cuba, era de lo mejor, de lo poco que tenemos nosotros los pobres; era millonario y dadivoso; vaciaba su riqueza a cada instante y como por la magia del cuento, siempre quedaba rico (...)
En comunión con Dios vivía el hombre de corazón suave e inmenso; aquel hombre que aborreció el mal y el dolor; aquel amable león de pecho columbino, que pudiendo desjarretar, aplastar, herir, desgarrar, fue siempre seda y miel, hasta con sus enemigos.

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